"Why do birds suddenly appear
Every time you are near?
Just like me, they long to be
Close to you.
Why do stars fall down from the sky
Every time you walk by?
Just like me, they long to be
Close to you…"
- ¿Qué haces Sumire? - la sacó de su ensimismamiento Ayumi.
- ¿Eh? No, nada, es que ha sido tan bonito.
- ¿El qué?
- Nada, nada, vosotros seguir con lo vuestro.
- Preguntaba que a donde queréis ir - intervino Sai.
- ¡Vamos al karaoke! - se emocionó Sumire - Con todo esto me han entrado ganas de cantar, anda sí, vamos al karaoke.
- Bueno, pues vamos a coger el tren entonces - propuso Sai.
Comenzaron andar, Sumire se las arregló para hacer que Sai se colocase entre ella y su hermana, cosa de la que se arrepintió a los pocos pasos porque no podía controlarlos bien ni ver los gestos de su hermana.
- Perdonad, perdonad - dijo colocándose en medio de los dos - Si, así mejor.
Sai miró a las dos chicas, desde luego que no había duda de que fueran hermanas, su parecido era asombroso, solo que Ayumi parecía más mayor, quizás que tenía el rostro más relajado y su pelo no era corto y alborotado como el de Sumire, era largo y perfectamente peinado en una cola de caballo, pero lo más extraño para Sai era que al mirarla sentía algo inexplicable dentro de él, era como si sintiese latir la sangre en sus venas y parecía no poder respirar ¿le estaría dando un ataque o algo?
Ayumi sonreía, tampoco sabía bien por qué sonreía simplemente no podía dejar de hacerlo.
- ¿Sabéis lo que es un flechazo? - preguntó Sumire.
- ¿Un... flechazo? - repitió confusa Ayumi.
- Si, un flechazo, yo creo en los flechazos, no todo el mundo cree en los flechazos, por ejemplo Akane no cree en ellos, dice que es no sé qué de reacciones químicas en el cerebro pero yo creo que es cuando dos almas que antes estaban unidas y han sido separadas se encuentran de repente, ellos no lo saben, me refiero a las personas pero sus almas sí, se reconocen y se sienten atraídas.
- Mamá tiene razón, lees demasiadas historias de Corín Tellado.
- ¿Qué es una historia de Co-Co...? - empezó a preguntar Sai.
- Son una novelas de una señora española - contestó Sumire - Es que mi abuelita tenía muchas en su casa y yo, cada vez que iba a su casa me pasaba las tardes leyendo, oh, mi abuela tiene muchos libros y una de mis primas de España tiene varias colecciones de libros de aventuras, yo me lo he leído todo.
- A Sumire le gusta mucho leer - explicó Ayumi a un confuso Sai.
- Vaya, no lo imaginaba de ti - comentó Sai.
- ¿Por qué? ¿No tengo pinta de leer?
- No te ofendas pero... no.
- Carai chico, tu siempre tan directo.
- La verdad es que pienso que las dos debéis ser unas chicas muy inteligentes, las dos habláis y entendéis el japonés y seguro que también el español.
Las dos hermanas Saewanaguchi se miraron y sonrieron.
- Eso es cierto - habló Ayumi - Pero para nosotras es fácil porque nuestras familias nos han hablado en español y japonés desde pequeñas. En casa, cuando no tenemos visitas, mi padre siempre habla en japonés y mi madre en español.
- ¿Y no os hacéis un lio?
- No, es a lo que estamos acostumbradas.
- Que cosa tan curiosa. Yo también leo bastante.
- Si pero seguro que tu no lees historias románticas - sonrió Ayumi - Las historias que leía Sumire estaban llenas de amor, romance, drama y pasión - rió.
- Bueno también leía otras historias, pero las de casa de mi abuela sí que eran así.
- Llenas de mujeres enamoradas y hombres... hombres - volvió a reír a Ayumi - Por eso Sumire tiene la cabeza llena de ideas muy surrealistas sobre el amor.
- Jo, no te rías de mí.
- ¿Tu no crees en los flechazos? - se interesó Sai - Hay una teoría que los explica, lo he leído en varios libros, al parecer los seres humanos a ciertas edades siempre, inconscientemente estamos buscando la pareja idónea para aparearnos y tener descendencia.
- ¿Tú estás buscando aparearte? - gritó alarmada Sumire.
- Calla, calla - la cortó Ayumi - Eso es interesante, continúa.
- El caso es que nuestro inconsciente busca sin que nos demos cuenta ciertos detalles como en el caso de los hombres, una mujer con buen color de labios, que sería signo de salud, una buena cadera para la procreación y las mujeres unos hombres sanos que puedan proteger a la familia.
- Carai - exclamó asombrada Sumire.
- Y también sin darnos cuenta nos fijamos en otras cosas - continuó Sai - como unos rasgos parecidos a los nuestros y a veces, cuando nos encontramos con alguien que tiene todas las características que sin darnos cuenta buscamos pues... - se quedó mirando a Ayumi - nos sentimos atraído irremediablemente sin saber por qué, quizás es como dice Sumire, porque hemos estado buscándolo toda la vida sin saberlo.
- Pues le acabas de quitar todo el romanticismo a mi teoría - se quejó Sumire.
- Pero es muy interesante - habló Ayumi mirando fijamente también a Sai.
- Sai es que siempre está leyendo libros muy raros.
- No serán más raros que tus novelas.
Habían llegado a la estación de tren, este estaba ya en el andén con las puertas abiertas y un pitido indicaba que iban a cerrarse de inmediato.
- ¡Venga vamos, deprisa! - Sumire echó a correr hacia una de las puertas.
No miró hacia atrás, simplemente corrió y saltó prácticamente dentro del vagón justo en el momento en el que las puertas comenzaban a cerrarse.
Se giró contenta y satisfecha por haber entrado en el vagón antes de que se cerraran las puertas y se dio la vuelta justo para ver al otro lado a Sai y su hermana mirándola con condescendencia, Ayumi sonreía mientras movía la cabeza negativamente como diciéndola "no, va a ser que no".
El tren echó a andar y Sumire se acercó a las ventanas para decir adiós con la mano a su hermana y a Sai con la mano. Ayumi la respondió de la misma forma.
- Allá va - habló Sai - ¿Ahora qué hacemos?
- Nada, coger el próximo tren, ella nos esperará en la siguiente parada, que chica esta, no es la primera vez que le pasa.
- ¿No sería mejor que no esperase en la estación a la que vamos?
- Nos esperará en la siguiente, es lo que hace siempre, no creas, le han pasado estas cosas desde pequeña y otras veces al contrario, es ella la que se queda embobada y no coge el tren.
- No sé por qué no me extraña de ella, es una chica muy peculiar.
- Tiene siempre la cabeza en las nubes, pero es muy buena chica.
- Por supuesto, no quería decir lo contrario.
Ayumi carraspeó y miró hacia otro lado, Sai tenía la sensación de haber metido la pata de alguna forma.
- ¿Tu... eres mayor que Sumire?
- Vaya, sí que eres directo con las preguntas.
- ¿Te he ofendido? A veces no me doy cuenta y ofendo a las personas, no tengo todavía muy controlado lo que son las relaciones sociales.
- No tranquilo, no me has ofendido. Tengo 18 años, en Febrero cumpliré los 19.
- Yo acabo de cumplir 18 hace un par de semanas.
"Vaya" pensó aliviado "Es mayor pero tampoco mucho mayor que yo"
- ¿Estudias?
- Si, voy a la Universidad, estoy estudiando sociología.
- ¿Y qué tal?
- De momento bien, solo estoy en primero. Tú vas a la clase de mi hermana ¿no?
- Si, bueno, ahora nos han separado pero si, voy a segundo, debería estar en tercero pero repetí un curso por problemas personales, no de estudios.
Tampoco iba a poner a explicarle a la chica la razón de haber repetido un curso pero quería que supiese que no era por falta de inteligencia ¿Y por qué le importaba eso tanto?
Ahora por lo menos estaba seguro de una cosa: le gustaban las chicas o por lo menos le gustaba "esa" chica ¿Era porque se parecía a Sumire? No, más bien pensó que Sumire le gustaba de alguna forma porque se parecía a ella, es que de verdad que era como lo que decía Sumire, como si toda su vida la hubiese estado buscando precisamente a ella.
Sintió como un repentino calor se apoderaba de él.
- ¿Te encuentras bien? - se preocupó Ayumi al ver como su cara parecía tomar color rosado.
- Si, si... hace calor aquí - sonrió.
¿Y ahora por qué se ruborizaba? Tenía que comprobar sus libros porque desde luego si eso era que te gustaba una persona se parecía demasiado a los síntomas de alguna enfermedad.
Quería dibujarla, quería pintarla, quería poder captar cada uno de sus gestos. La miraba con tanto detenimiento que Ayumi comenzó a sentirse incómoda.
La verdad es que ella también sentía que se estaba poniendo colorada, seguro que sus mejillas también debían estar tomando color rosado. En esos momentos, sin saber porqué, recordó el día en el que conoció al que ella consideraba el chico más guapo del instituto, su primer amor, ese amor tonto y caprichoso de adolescentes y es que parecía sentirse de la misma forma... que tonta, mira que comportarse ahora como si tuviera 13 años... que guapo era Sai y que educado y también parecía culto ¿Por qué Sumire quería huir de esa forma de él? Seguramente sería porque a Sumire ya le gustaba Kankuro.
Estaban los dos callados, cada uno inmerso en sus pensamientos, de cuando en cuando se miraban fugazmente y al encontrarse sus miradas sonreían. Sai recordaba a Naruto y sus "consejos" cuando te gusta una chica, como la de intentar robarle un beso... menuda tontería y menudas bofetadas que se llevaba Naruto de Sakura, seguro que si él intentaba algo así Ayumi le cruzaría la cara... Naruto solo tenía teorías absurdas.
Ayumi intentaba disimular mirando los carteles de publicidad que había por las paredes de la estación. Justo detrás de ellos había un cartel sobre la representación en un teatro de Konoha del musical "Hair".
- No sabía que estaban representando "Hair" - comentó en voz alta sin darse cuenta.
- ¿Te gusta el teatro? - se interesó Sai.
- Me encanta.
- Pues nosotros vamos a representar "El sueño de una noche de verano" al finalizar el curso.
- Si, ya lo sé - sonrió divertida Ayumi - Sumire no para de hablar de eso ¿Cómo lleváis la representación?
- Bien, yo creo que bien. A mí me han encargado los decorados y yo creo que voy muy bien.
- ¿Tu haces los decorados?
- Me gusta pintar y pensaron que se me daría bien.
- ¿Y se te da bien?
- ¿El qué?
- Los decorados.
- Yo creo que sí, un día podrías venir a uno de nuestros ensayos y te los enseño.
Ayumi sonrió y se giró para, de pronto, mirar con cara de susto al frente. Allí, allí mismo estaba ya el tren con las puertas abiertas.
- ¡Que perdemos el tren!
¿Pero cómo podía ser que no se dieran cuenta de que había llegado el tren?
Se dirigieron hacia la puerta cuando una persona, con evidente prisa, chocó con Ayumi haciéndola perder el equilibrio. Sai, rápidamente, la sujetó evitando que cayese.
- ¡Será maleducado! - comentó contrariado Sai al ver que el peatón subía al tren sin pararse ni siquiera a disculparse.
- Déjalo, no pasa nada.
Un pitido indicó que se iban a cerrar las puertas. Ayumi quiso dar un paso pero un pinchazo agudo en el tobillo se lo impidió. Se sujetó a Sai y levantó el pie.
- ¿Qué te pasa?
- Creo que he puesto mal el pie y me he torcido el tobillo.
- Vaya, ven, vamos a sentarnos a ese banco.
- ¡Pero se va el tren!
- No importa. No puedes caminar, mira, si casi no puedes apoyar el pie.
- Pero se me pasa enseguida.
- No seas cabezota.
- Pero Sumire nos estará esperando.
Decidió no resistirse más, total, las puertas ya se cerraban. A la pata coja llegó hasta el banco y se sentó, Sai se acuclilló frente a ella y le cogió el pie mientras ella, más preocupada por Sumire que por su tobillo, abría el bolso y buscaba su móvil.
Sumire esperaba en el andén de la siguiente estación mirándolo todo con curiosidad, había una máquina de bebidas y empezaba a antojársele beber algo.
Su móvil comenzó a sonar pero como era habitual en ella lo ignoró, oía el sonido pero no lo relacionó con su teléfono hasta que se dio cuenta de que la gente la miraba.
Abrió nerviosa su bolso y rebuscó entre todo lo que tenía dentro, como siempre le sucedía encontrar su móvil no era tarea fácil.
- Ya voy, ya voy - susurraba - Ay, no seas pesado.
Por fin lo encontró.
- ¡Hola! - contestó con energía.
- Sumire, soy yo - habló Ayumi.
- Estoy aquí esperando, en la siguiente estación, podía haber ido hasta donde vamos pero como cuando me perdía de pequeña esperaba en la siguiente he pensado que tu pensarías que te esperaba aquí.
- Ya, ya, me lo imaginaba. Oye Sumire que hemos tenido un pequeño problema ¡Ah! - se quejó de pronto.
- ¿Qué ha pasado?
- Es que me he torcido el tobillo y hemos perdido el tren. Tendrás que esperar un poco más.
- ¿Cómo que te has torcido el tobillo? ¡Pero esas cosas me pasan a mí!
- Pues ya ves, a mí también se me tuercen los tobillos.
- Que patosa que eres.
- Mira la que fue a hablar. Pues ya sabes, que no vamos en el siguiente, que tienes que esperar al otro.
- Vale, vale. Oye ¿Sai se está portando bien contigo?
- Sí, claro que sí.
- ¿No te estará metiendo mano?
- ¿Pero qué dices?
- Es que a algunos chicos de pronto se les pone "la mano tonta" y aprovechan que van a ver como tienes el tobillo para tocar lo que no es el tobillo.
- ¿Eso lo sabes por experiencia?
- ¡Pues claro!
- Pues tranquila, Sai no tiene "la mano tonta".
- Bueno pero si se pasa ya sabes, patada en las espinillas, que eso no se lo esperan.
- Espera, te paso a Sai que quiere decirte algo.
- Bien,
- ¿Sumire?
- ¿Cómo has permitido que se lesione mi hermana?
- Yo... esto... lo que quería decirte es que creo que el tobillo de Ayumi se va a inflamar y que sería mejor que no ande demasiado, habría que ponerle hielo.
- ¿Qué me estás contando?
- Que digo que creo que es mejor que no vayamos al karaoke.
- ¡Jopetas, con lo que me apetecía cantar!
- ¿Qué te parece si nos quedamos por aquí? Podemos ir a una cafetería que conozco y pasar allí la tarde.
- Bueeeno, que remedio, está bien, ya vuelvo para allá ¿Qué dice Ayumi? La oigo protestar.
- No parece que le guste cambiar de planes.
- Da igual, tú no la hagas ni caso. Hasta ahora.
Y colgó. Suspiró y miró la máquina de refrescos, pues como tenía sed sacaría una lata.
Introdujo el dinero y pulsó el botón de lo que deseaba pero nada salió. Frustrada miró a la máquina.
- ¡Serás estúpida! - murmuró - Vamos, vamos - meneó un poco la máquina - ¡Suéltalo, suéltalo!
Una mano, más grande que la suya dio un golpe seco a la máquina y la lata cayó. Sumire se quedó mirando la mano y después siguió el brazo al que estaba unida hasta encontrar a su dueño, Kiba y su sonrisa de "niño malo".
- A veces hay que ser un poco brusco - comentó burlón.
- ¡Kiba! ¡Mi héroe!
- Menudo héroe - oyó quejarse a Ten-Ten.
- ¡Ten-Ten! ¡Hinata! Pero que bien acompañado que vas, pillín.
Después de los pertinente saludos y de explicar porqué estaba tan sola en la estación Sumire fue informada de que Kiba, al saber que Hinata iba a estar sola, se había empeñado en que les acompañara. Sumire observó a Ten-Ten, muy contenta no parecía, lo disimulaba bien pero ella conocía a su amiga y no es que le molestase la presencia de Hinata, no, Ten-Ten y Hinata eran amigas y tampoco estaría celosa porque sabía de sobra que a Hinata le gustaba Gaara y Kiba nunca había demostrado otro interés por Hinata que no fuera el de un amigo, un poco pesado a veces y protector pero solo un amigo. Sumire sabía la razón del enfado de Ten-Ten, era porque la chica había planeado salir con Kiba esa tarde solos, iban a ir al parque de atracciones y subir a la noria y después Ten-Ten pensaba pedirle salir a Kiba y ahora, con Hinata, los planes habrían cambiado... si es que este Kiba no se entera de nada.
No solo era que Ten-Ten estuviese molesta, es que Hinata a su vez se encontraba incómoda. Seguro que no era lo que deseaba, salir con una parejita no es lo más divertido del mundo pero apostaba lo que fuera a que Kiba habría insistido tanto que la pobre no había sabido como negarse.
- ¡Tengo una idea! - exclamó de pronto en medio de la conversación - ¿Por qué no te vienes conmigo, Hinata?
- ¿A... dónde? - preguntó esta perpleja.
- Conmigo. Es que a Sai le ha gustado mi hermana y a mi hermana le ha gustado Sai y estar con ellos va a resultar un poco... ya sabes.
- ¿Estás segura de que a Sai le ha gustado tu hermana? - se extrañó Kiba - Creí que a Sai le iban los tíos.
- ¡No seas burro! - le regañó Ten-Ten.
- Oh sí, sí, sí, ya te digo que le ha gustado. Creo que he sido testigo del nacimiento de un flechazo, ha sido súper emocionante, había arcoíris y...
- Si, vale, no te emociones tanto - la cortó Ten-Ten.
- Pero te juro que sí, vaya que sí, ha sido muy bonito ¿Qué, Hinata? ¿Vienes conmigo? Si lo piensas es lo mejor porque yo estoy que sobro con esos dos y así también se queda esta parejita solita, para que hagan cosas de... parejita - rió con malicia.
- ¡Sumire! - se quejó Ten-Ten - Di que no Hinata, que no estás de sobra.
- B-bueno la verdad es que... creo que me voy a quedar con Sumire.
- ¡Bien!
A Ten-Ten le gustó la idea pero disimuló. Las cosas eran como eran y aunque no le molestaba Hinata ella deseaba pasar la tarde a solas con Kiba.
- ¿Estás segura? - la interrogó Kiba - Mira que nosotros vamos al parque de atracciones.
- S-si, es que no... es que prefiero ir a tomar algo con Sumi-chan.
- Di que sí, tu vente conmigo y deja a los tortolitos.
- Tu lo que querías era que no me quedase sola en casa ¿No, Kiba-kun?
- ¡Pero íbamos a pasarlo muy bien los tres juntos!
- Id vosotros solos, de veras, yo me quedo con Sumire y le hago compañía.
- Eso, eso, que me haga compañía que necesito compañía. Además yo también estoy sola, Kankuro está con Gaara ¡mira! ¡Podemos hablar de los hermanos Subaku! Ala, ala, vosotros largaos que Hinata y yo vamos a coger el tren, venga, fuera, fuera. Vamos, Hina-chan.
Los planes de Hinata y Sumire para pasar la tarde habían cambiado completamente, sobre todo los de Hinata que esperaba pasar una tarde tranquila en su casa leyendo y de pronto se había visto arrastrada a salir y ahora de nuevo habían vuelto a cambiar y por lo que se veía iba a pasar la tarde en una cafetería.
Lo que nadie sabía es que esa cafetería parecía haberse convertido aquella tarde en el centro donde confluían demasiados destinos.